Zelig (Woody Allen, 1983)


Una de las películas más raras y, sin embargo, divertidas del gran genio neoyorquino. La historia de Zelig, “el hombre camaleón”, capaz de literalmente mutar psíquica y físicamente en la persona que tiene delante. Impagables las secuencias en las que, estando junto a rabinos, le aparecen tirabuzones en el pelo; o cuando, estando con negros, ¡se vuelve negro él también! El Allen más humorístico en estado de gracia e iniciando su etapa de madurez artística. Pero es que, encima, esta película se caracteriza por algo de lo que Allen suele pasar bastante: una acabado técnico espectacular. Con formato de falso documental, el tratamiento de imágenes de la película y los efectos especiales son fascinantes, insertando al divertido Zelig en imágenes de archivo de forma alucinante. Efectos precursores de los de Forrest Gump, pero ¡15 años antes! ¡Y sin ordenadores!
Por alguna extraña razón, mucha gente va dejando esta película para el final cuando se mete a fondo en la filmografía de Allen, como si fuera una película secundaria o menor… ¡no cometáis ese error, amigos!

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