Roma (Federico Fellini, 1972)


Es alucinante (y preocupante si te dedicas a esto) cómo puede influir en tu visión de una película el momento en el que la ves. La primera vez que vi Roma me pareció, sencillamente, un montón de mierda, una paja mental de proporciones épicas. La segunda vez que la vi, sin embargo, me pareció una película alucinante, original y genial.
Entre uno y otro visionado, ocurrió algo clave: visité Roma. La experiencia de conocer la capital italiana me hizo entender de golpe la película de Fellini; una descripción perfecta, un canto pasional de amor y odio a la ciudad del autor. Claro, el concepto era demasiado potente para un cerebro simple como el mío la primera vez que la vi.
Roma me enseñó una lección esencial: nunca llames “pedazo de mierda” a la obra de alguien que es considerado un genio por la gente que sabe. Si no la entiendes no suele ser porque sea mala sino… porque no la entiendes y punto.

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