Metropolis (Fritz Lang, 1927)


Por primera vez en la historia, un género alcanza la perfección en una película y no en una novela o en el teatro. La ciencia-ficción nunca fue lo mismo después de Metropolis, como pueden atestiguar Huxley y Orwell en la literatura; Ridley Scott (el Los Ángeles de Blade Runner) y Alex Proyas (tanto en El cuervo como en Dark City) en el cine; u Otomo (el Neo-Tokyo de Akira) y la mismísima Gotham City de Batman en el cómic.

Esta película siempre me ha parecido el cenit y por lo tanto el principio del declive del Expresionismo Alemán, uno de mis movimientos cinematográficos favoritos. Aunque hoy puede resultar muy inocente, sobre todo en su desenlace, su diseño de producción es, todavía hoy, impresionante. Y su historia establece un arquetipo narrativo (ciudad futura como metáfora de la lucha de clases) que posteriormente se ha repetido hasta la saciedad. La maestría de Fritz Lang, uno de los grandes genios del cine, y los sorprendentes efectos especiales (estamos hablando de 1927) hacen el resto. Un festival.

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