Los santos inocentes (Mario Camus, 1982)
Adaptación modélica de una de las mejores novelas de Miguel Delibes y, para mi, una de las más grandes películas españolas de la historia. Más allá de sus valores cinematográficos, que tiene todos los posibles, es el retrato de una época no tan lejana en el tiempo como queremos creer, en la que el vasallaje, el esclavismo más humillante, era una forma de vida necesaria para muchas familias españolas.
Quizá esta película me toque tanto porque, aunque la acción transcurre en Extremadura, la realidad que describe estaba generalizada por todo el país. También en la Mancha, donde gente que he conocido vivieron estas cosas. Recuerdo que, cuando estrenaron la película, oía a los mayores afirmar que era así, que era exactamente así.
Esta película nos recuerda que a nuestros padres, abuelos y bisabuelos les tocó vivir tiempos muy jodidos y siempre la vi como un homenaje necesario a ellos. Mención aparte para las prodigiosas interpretaciones, especialmente Terele Pávez, Juan Diego y los inconmensurables Alfredo Landa y Paco Rabal, que se alzaron en Cannes con el merecidísimo Premio a la Mejor Interpretación.
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