Las amistades peligrosas (Stephen Frears, 1988)


Valmont plantea un ultimátum a la Marquesa de Merteuil: o consuman su amor, o tendrá que considerarlo una declaración de guerra. “Muy bien”, dice ella. “Guerra”.
La Marquesa quitándose el maquillaje al final de la película y mostrándonos la verdad: una mujer hundida, arrasada, muerta social, emocional y moralmente…
Podríamos hablar de multitud de escenas del calibre de esas dos. Podríamos hablar de la gran adaptación escrita por Christopher Hampton. O de la magistral puesta en escena de Stephen Frears, con un uso exquisito del primer plano. O de las maravillosas interpretaciones de Michelle Pfeifer, Uma Thurman y el espectacular plantel de secundarios.
Podríamos hablar de todo eso durante horas, y todavía no habríamos tocado el plato fuerte: un memorable duelo interpretativo entre John Malkovich y Glenn Close, a imagen y semejanza del duelo de ficción entre dos personajes inteligentes y retorcidos que se aman locamente a si mismos. Dos grandísimos hijos de puta que sin embargo, producen una fascinación hipnótica en el espectador. Una fascinación muy peligrosa, como la del título.

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