Toro salvaje (Martin Scorsese, 1980)


Para mi, este film representa en el cine americano de los 80 algo parecido a lo que es El Padrino en el de los 70. O sea, un tótem, algo que va mucho más allá del Cine. Es un film legendario.
Porque legendarias son sus interpretaciones (ese Robert de Niro autodeformado para interpretar al LaMotta adulto; ese Joe Pesci que no parece interpretar, que parece tan peligroso como lo ves). Porque legendario es su guión (Paul Schrader usa la vida de LaMotta para viajar por las cloacas del sueño americano, crudamente desmitificado y convertido aquí en una tragedia). Porque legendaria es su puesta en escena (la hiperactiva cámara del maestro Scorsese transmite una verosimilitud impresionante; y qué decir de los en sí legendarios combates de boxeo; jamás los he visto mejor rodados y sobre todo editados ni antes ni después en ninguna otra película sobre boxeo… y mira que las hay buenas). Son legendarios hasta los títulos de crédito, que empiezan a ponerte los pelos de punta mucho antes de que empiece la historia, de la forma más sencilla y rotunda.
A pesar de todo eso, mi relación con Toro salvaje no tiene nada de objetiva ni racional. Es puramente emocional. Es de esas películas que consiguen trasnmitirme grandeza, que me emociona por el simple hecho de existir y poder disfrutarla. Gracias a un puñado de obras maestras como esta en su capacho, puedo perdonarle a Scorsese cualquier película que haga.

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