La vida es bella (Roberto Benigni, 1997)


Últimamente, a raíz del éxito de The Artist, se ha vuelto a poner de moda un término que desprecio. Un término (peyorativo) que usan a menudo los esnobs para indicar que una película es blanda, sentimental o fácil en su planteamiento dramático. Este término es “buenista”. A menudo, se aplica a películas cuyo mensaje es positivo y cuya intención es levantar el ánimo del personal, intentado inyectar pensamiento positivo a los espectadores. Casi siempre son excelentes películas que poseen la gran virtud de provocar torrentes de emoción a millones de espectadores en el mundo. Películas como E.T., Mejor…Imposible o la mencionada The Artist.
El caso es que la primera vez que recuerdo ponerse de moda semejante chorrada de discurso fue con La vida es bella, obra maestra absoluta de un bufón (dicho con la mayor seriedad y el máximo de los respetos a tan maravilloso arte) llamado Roberto Benigni, que firma aquí la dirección y el guión además de regalarnos una memorable interpretación. No era la primera vez que se intentaba un planteamiento tan audaz como hacer una comedia en un contexto de horror extremo como es el holocausto judio inventado por los putos nazis. De hecho, en su primer intento como director, otro bufón mítico como Jerry Lewis intentó esta jugada, a principios de los 70. Aquello casi acaba con su carrera.
Benigni no solo consiguió sacar su película adelante sino que la convirtió en un fenómeno social, una de las grandes películas de finales de milenio. Supo extraer esencias puras del mejor cine italiano de siempre, creando una de esas maravillosas películas que enganchan una escena memorable tras otra: el ensayo de Benigni como camarero, el cortejo de la “Princesa”, la traducción en el campo de concentración, la secuencia de la cena…. Y no hablaremos del memorable tercer acto, momento en el que la película te lleva emocionalmente a donde le da la gana; o de la maravillosa trama del juego que inventa este padre heróico para proteger a su hijo de la pesadilla; o la legendaria banda sonora de Nicola Piovani…
Si esto es “buenismo” y no os gusta… por mi os podéis quedar con vuestro “malismo”.

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