Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957)


Una de las muchas razones por las que se considera a Kubrick uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos es su capacidad de ver potenciales en ciertos géneros que nadie había visto hasta entonces. Su carrera es, en cierta forma, una constante revisión de los géneros cinematograficos, llevándolos en muchos casos a su fase de madurez.
En la etapa inicial de su carrera, hizo esto con el género bélico con esta película legendaria. Por primera vez, el cine bélico no es una herramienta de propaganda política y patriótica. Kubrick da la vuelta como un calcetín a este concepto y convierte Senderos de gloria en un canto inteligente, poderoso, emocionante y radical en contra de la guerra y de los ejércitos. Hábilmente, huye de ambientar la película en la aún reciente II Guerra Mundial y se va hasta la I Gran Guerra para explicar cómo, en las entrañas mismas de la institución militar que defiende valores como la disciplina, la lealtad, el honor, anidan la indisciplina, el deshonor y la más cruel de las traiciones: la que se produce de arriba a abajo, desde la cúpula de poder hacia los soldados de su propio ejército.
Como siempre en Kubrick, la puesta en escena es de una modernidad insultante. Pero, además, tenemos aquí la interpretación de un Kirk Douglas de otra galaxia, con un muestrario de contención gestual, energía y mirada escalofriantes. Un film fundamental en la evolución del cine bélico, Senderos de gloria ha sido una película extremadamente influyente en otras obras maestras posteriores del género como Salvar al soldado Ryan, Cartas desde Iwo Jima o Ciudad de vida y muerte. Esencial.

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