The Kingdom (Lars Von Trier, 1994)


Si habéis seguido la carrera de Lars Von Trier tendréis claro que hay un punto de inflexión muy claro en su carrera: en determinado momento su estilo, su narrativa sufre un cambio radical. De la prodigiosa perfección formal de su primera etapa (donde ya nos dejó películas maravillosas como El elemento del crimenEpidemic o la inigualable Europa) pasamos a todo lo contrario: un estilo con aire amateur cuya cámara no deja de moverse, llena de desenfoques y “errores” formales premeditados (miradas a cámara, saltos de eje, macarradas narrativas de todo tipo…). Normalmente, todo el mundo señala una de sus películas como el momento del cambio: Rompiendo las olas.
Sin embargo, eso es incorecto. El punto de inflexión se da en una serie de televisión que escribe, realiza y produce justo antes de esa película: The Kingdom o, en su título original, Riget. Miniserie de cuatro capítulos (con una segunda parte de otros cuatro, rodada algunos años después) donde Von Trier aborda un género con solera como es el terror, poco antes de autoprohibirse el cine de género en una de las leyes del movimiento Dogma 95. Sí, amigos, una serie de terror de Lars Von trier. Tan excitante como suena.
La historia transcurre en un hospital de Copenhague (el Kingdom que da título a la serie) donde empiezan a ocurrir fenómenos paranormales de todo tipo. Como ocurre a menudo con el maestro danés, el esquema argumental es lo de menos: los puntos fuertes están, por un lado, en el excelente catálogo de personajes, a cual más extremo y bizarro; por otro lado, en el estilo visual que Von Trier imprime a la serie, estilo que marcará una época y su camino a seguir en los siguientes años. Von Trier agarra prácticamente todos los tópicos del género y les da la vuelta como a un calcetín. Por ejemplo: los “oráculos”, los clásicos personajes-guía para el espectador, que parecen saber todo lo que está pasando y nos lo van explicando con grandes dosis de misterio son aquí dos chavales con Síndrome de Down que trabajan limpiando platos en la cocina del hospital. Otro ejemplo: el propio Von Trier aparece al final de cada capítulo, durante los títulos de crédito, haciendo una “moraleja” llena de ironía y sarcasmo sobre lo que acabamos de ver (como hacía el gran Hitchcock en su también mítica serie de televisión).
El caso es que la narración histérica y de aspecto amateur que pocos años después cristalizaría en el movimiento Dogma 95, le viene como anillo al dedo a esta extraña historia de terror surrealista en la que juegan bebés monstruosos (una de las tramas que más mal rollo me han dado en mi vida), almas en pena, ambulancias fantasmagóricas o la masonería. Todo barnizado de arriba a abajo con el característico y sutil humor negro marca de la casa (me vienen a la cabeza esos finales-monólogo descacharrantes de uno de los médicos del hospital: un sueco que odia Dinamarca y maldice todo lo divino y humano por haber acabado en un Hospital de Copenhague). En fin, la desvariada mente de Von Trier encontró en el género de terror el acomodo perfecto para todas sus idas de olla, que no son pocas.
Por cierto: Stephen King hizo un remake americano también en forma de serie. Hospital Kingdom se llama el artefacto y mi consejo es que no os acerquéis mucho a ella, porque genera enfermedades muy chungas en quien la ve. Si a The Kingdom le quitas el factor Von Trier se convierte en una historia convencional. Es decir, en la versión de King.

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