Encuentros en la Tercera Fase (Steven Spielberg, 1977)


Siempre sentí una extraña fascinación por esta película, desde que la vi siendo un niño. La primera vez tendría yo unos 8 años y la verdad es que no entendí la mitad de las cosas que ocurrían. Para mi, las películas de extraterrestres eran siempre de rayos láser, destrucción; en definitiva, los alien venían a merendarnos de una u otra forma. Encuentros en la Tercera Fase lo tenía todo para aburrirme hasta la médula: los extraterrestres apenas aparecen, son majos y toda la película trata, en realidad, de esos tipos que se vuelve casi locos, obsesionados por entender lo que sus ojos han visto, lo que su piel ha sentido, lo que hay más allá de lo que nos cuentan…
En efecto, creo que el mayor impacto me vino por el trío protagonista. Especialmente Richard Dreyfuss en el que para mi, y sin duda, es el gran papel de su carrera: una de las cosas más difíciles de interpretar es a señores normales metidos en líos de lo más paranormal y Dreyfuss lo borda en el papel de este hombre superado por una vida que en el fondo no desea, un adulto con alma de niño que ve en los platillos volantes la oportunidad de ser alguien más parecido a lo que siempre ha deseado ser. Y también, como no, por el entrañable François Truffaut, que actúa aquí por primera vez en una película no dirigida por él. Su científico Lacombe, conmovedor en su obsesiva búsqueda de la demostración científica de la vida extraterrestre, cumple el arquetipo del maestro y tiene toda la lógica que Spielberg le ofreciera el papel a uno de sus cineastas predilectos, alguien de quien siempre se proclamó deudor a pesar de tener estilos tan opuestos y que le ayudó varias veces en su carrera. No olvidemos que Truffaut defendió con vehemencia en el año 73 una película seleccionada para el Festival de Cannes, selección que fue muy criticada por tratarse, en su origen, de una TV Movie. Su título era Duel. Y su director, un chaval de Cincinatti de 25 años llamado Steven Spielberg. La tercera trama que construye el esqueleto de esta historia es la protagonizada por Melinda Dillon, en la que los extraterrestres abducen a su hijo de cinco años, en una de las escenas más legendarias del film. A partir de ahí, su obsesión por los alien es en realidad la obsesión por encontrar y recuperación de su hijo.
Evidentemente, cuando el viaje de estos tres personajes se cruza se produce una explosión emocional que les hace imparables. Y eso nos lleva a un tercer acto apoteósico que es casi una sinfonía por su duración, su grandiosidad, su fuerza, su belleza… La película fue una gran éxito de crítica y algo más moderado entre en el público, al que probablemente pilló por sorpresa el tratamiento que le dió Spielberg a este material. No obstante recaudó más de lo que costó, por la sencilla razón de que era una película con un presupuesto bastante modesto para la época (tiene gracia que a Spielberg se le relacione con el cine de alto presupuesto, cuando varias de sus mejores y más exitosas películas costaron muy por debajo de la media de la época en USA: E.T.La lista de SchindlerTiburón o esta misma…).
Dos años le llevó levantar este proyecto, cuyo guión firma por primera vez en su carrera. Esto pasaría dos veces más: en Poltergeist, de Tobe Hooper e Inteligencia Artificial, en la que se limitó a pasar a papel el material creado durante años por Kubrick. Y en Encuentros… viven varios de los momentos más legendarios jamás filmados por el maestro: la escena de la abdución del niño; la cena familiar con el puré de patatas -por cierto, una de mis escenas favoritas de todos los tiempos-; las apariciones en pleno desierto de aviones y barcos desaparecidos hace décadas… Y, por supuesto, el gran final ya comentado. Como en 2001, como en Solaris, como en Metrópolis, en este film la fantasía es una excusa para hablar del ser humano, de sus necesidades vitales, de la mística como forma de huir de una realidad mediocre. La experiencia de cada uno de sus protagonistas es catártica, exige una depuración total de sus vidas y para ello han de destruirlas, quieran o no.

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