Gran Torino (Clint Eastwood, 2008)



El maldito Eastwood va tan arrogantemente sobrado que es capaz de hacerte adorar en cinco minutos un personaje zafio, racista, antipático, amargado.
Cuando este personaje, que siempre ha presumido de no necesitar a nadie, descubre la verdadera soledad, la verdadera tristeza, inicia un proceso de redención personal conmovedor, enfrentándose a los prejuicios que ha estado alimentando toda su vida. Y si los primeros cinco minutos son memorables, los 15 últimos no tienen descripción posible: sólo pueden disfrutarse viéndolos, viviéndolos.
Y el tito Clint se marca una de esas películas gigantes (otra más) cuyo género es la vida misma porque, como en ella, la tragedia y la comedia caminan agarradas de la mano. Eastwood sella con esta obra maestra su condición de cineasta clásico vivo. Y me congratulo infinitamente de ser coetáneo suyo.

Comentarios

Entradas populares