Nosferatu (F.W. Murnau, 1922)


A principios del siglo XX el cine alemán era una de las industrias más poderosas de Europa y el mundo, incluido el complicado y convulso periodo de entreguerras. En los años 20, por ejemplo, cineastas alemanes como Fritz Lang, Paul Weggener, Robert Wienne o Walter Ruttman regalaban una detrás de otra películas maravillosas. Pero mi gran debilidad no es ninguno de ellos. Mi gran debiidad es Friedrich Wilhelm Murnau, cuyas películas me parecen, una detrás de la otra, fascinantes de cabo a rabo.
El primer gran puñetazo en la mesa de su carrera lo pega en el año 1922 al adaptar por primera vez al cine uno de los grandes “best-sellers” literarios de finales del siglo 19. Novela que, posteriormente, sería una de las historias que más veces se ha llevado a la pantalla. Me refiero a Drácula, de Bram Stoker. Pero esta primera adaptación tiene varias características que la hacen diferente a todas las demás. Para empezar, es la única rodada en el periodo mudo. Para seguir, es una de las poquísimas veces que se adapta directamente de la novela y no de la adaptación teatral que fue base para los míticos films de este personaje rodados en la Universal en los años 30 y en la Hammer en los 60. Es también la única que no se desarrolla en los escenarios míticos de la novela original (Transilvania, Londres) por cuestiones de derechos de autor (de ahí que no se titule como el personaje, Drácula, sino como el monstruo en el que se convierte: "Nosferatu” o “no muerto”): Murnau pensó que de esta forma no tendría problemas, pobrecito de él.
Pero más allá de todo eso, Nosferatu es una obra maestra en si misma. El desbordante talento de Murnau crea un Drácula totalmente diferente a todos los demás, huyendo de la seductora galantería habitual y centrándose más en su faceta de Ser rupudiado por Dios y ahijado del mismísimo Diablo. El casting (mítico Max Schreck) y maquillaje son simplemente antológicos. Pero además, el estilo expresionista imperante en Alemania por entonces deja su huella en una puesta en escena barroca y un uso fascinante y muy innovador en su momento de la iluminación: para Murnau, y esto no era nada habitual en el cine por entonces, las sombras son más importantes que la luz.
La mestria narrativa (habitual) del genio alemán y su revolucionario uso de los efectos especiales hacen el resto. Si alguien necesita una prueba de lo potentísima que es esta película, nada más fácil que verla y comprobar que casi todos los planos son imágenes icónicas que todo el mundo conoce aún sin ver la película.

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