El jinete pálido (Clint Eastwood, 1985)


Desde los años 70, Clint Eastwood lleva dos carreras en paralelo: su faceta más popular, como actor; y otra, mas minoritaria, como director. A principios de la década de los 80, hay un punto de giro en su carrera como director: cae en sus manos un guión escrito por David Webb Peoples titulado Sin perdón. Como ya sabemos, no rodaría dicho guión hasta más de una década después.
Viene a cuento esta historia porque Eastwood ha declarado en múltiples ocasiones que “Sin perdón” era un guión que le apasionaba. Pero era muy consciente de no ser capaz de llevarlo a buen puerto en aquel momento. De alguna manera, ese guión que le obsesionaba le obligó, durante la década de los 80, a iniciar un viaje fascinante como director de cine, cada vez más exigente consigo mismo, cada vez con propuestas más sofisticadas, más personales, más autorales.
Para mi, ese proceso se inicia con El jinete pálido. Este western me fascinó desde la primera vez. Pero resulta que lo vi después de Sin perdón y siempre me pareció una especie de ensayo de cosas que luego explotarán en aquella. Por ejemplo, en ambas un personaje de apariencia débil y pacífica (un predicador en esta; un anciano en aquella) esconde una personalidad cruel e implacable, incapaz de resolver los conflictos sin recurrir a la violencia más cruda. La estética y la puesta en escena, por momentos muy cercana al cine fantástico y de terror (se llega a jugar con la idea de que el Predicador es en realidad un espíritu, un alma en pena purgando sus pecados), es otra línea narrativa que aparece por primera vez aquí. Un falso misticismo que entronca con el falso mito, la falsa leyenda heroica de William Munny en Sin Perdón.
En definitiva, el maestro Eastwood demostró y se demostró a si mismo con El jinete pálido que era perfectamente capaz de, bajo una historia de apariencia convencional, esconder una película compleja, llena de lecturas, matices y metáforas, con un trabajo de los personajes y los arquetipos decididamente transgresor. Una fórmula que le permite agradar a un espectador convencional pero también a si mismo. Tras este film la carrera de Eastwood-director fagocitó imparablemente la de Eastwood-actor (algo impensable en los años 70), con títulos legendarios como Bird, Cazador blanco, corazón negro, Los puentes de Madison, Un mundo perfecto, Mistic River, Million Dollar Baby, Gran Torino o, por supuesto, su obra cumbre Sin perdón. Por citar solo algunas.
Es imposible no admirar a este tipo que dominó Hollywood como actor durante dos décadas y lleva otras tres dominándola como director a base de buen cine.

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