La calumnia (William Wyler, 1961)


Mi historia con esta película tiene claramente dos partes. La primera se remonta a hace la tira de años, cuando la vi por primera vez, de niño. Pudo ser fácilmente de las primeras películas “para mayores” que vi. En aquella lejana televisión de los primeros años 80, aún existían los míticos rombos. Explicaré esto para los más jóvenes: en cada película, serie, incluso ciertos programas que ponían por la tele por la noche (en lo que hoy sería el “prime time”), aparecían unos rombos para marcar la “clasificación moral” de la película, equivalente a lo que hoy es la “clasificación por edades”. O sea: cero rombos, para todos los públicos; un rombo, para mayores de catorce años; dos rombos, mayores de dieciocho.
Curiosamente, mis padres solían dejarme ver de niño las pelis que tenían un rombo. Especialmente si las habían visto ellos y consideraban que no era para tanto. El caso es que seguramente pillé La calumnia en una de esas. Como es lógico, no entendí ni una tercera parte de la película. Pero si llegaron con nitidez a mi entendimiento un par de cosas: la maldad absoluta de la niña que interpreta Mary Tilford (como me chiflan estos personajes de niños hijosdeputa) y la brutal angustia provocada por el vacío social al que eran sometidas las dos heroínas, Audrey Hepburn y Shirley MacLaine (fascinantes, como siempre), una situación desesperante a las que ellan respondían, sin embargo, con gran dignidad.
La volví a ver muchos años después, en el mítico Cine Club de La 2 de Televisión Española (que gran pérdida que nos quitaran ese reducto para cinéfilos de la tele). En flamante versión original, en plena fase de descubrimiento de William Wyler (acababa de ver Los mejores años de nuestra vida en el Cine Doré, y aún andaba mareado del impacto que me produjo) y, sobre todo, ya con una edad que me permitía entender las varias capas de subtexto que hay en esta poderosa crítica a la homofobia. La cámara de Wyler se mueve con gracilidad, es invisible en muchos momentos, huye del protagonismo pero te obliga a estar ahí metido, con los personajes, como un testigo mudo de los aplastantes prejuicios que caen sobre estas dos mujeres.
Hollywood sufrió una gran convulsión en la década de los 60. Por primera vez, el contacto con el público se perdió, ciertas fórmulas quedaron obsoletas, los grandes estudios eran dinosaurios insostenibles económicamente y esto obligó a dar muchos pasos adelante a la industria. Para volver a encontrar el público perdido, hubo una apuesta por el cine de temática social en esta época.
Así que, aunque a menudo se consideran los 60 como una década de transición en Hollywood, amo las películas de esa época. Cuando oigo a gente hablar de ese cine peyorativamente, como si fuera una antigualla, me acuerdo de films como La calumnia y me tengo que reír por dentro. Aunque muchas pelis hayan quedado anticuadas en ciertos aspectos, lo importante es lo que cuentas y cómo lo cuentas. Y en eso películas como esta son más modernas que el 90% del cine que se hace ahora. Son sorprendentes y sus argumentos y personajes se van abriendo como capas de cebolla que no parecen tener fin, una detrás de otra. Nunca sabes que va a ocurrir un minuto después. Y son valientes. Hablan de cosas jugándosela, sin miedo. Y eso es el cine para mi, amigos. El gran cine.

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