Atmósfera Cero (Peter Hyams, 1981)


A menudo se relaciona la palabra “remake” con una película carente de imaginación, parasitaria, como una fórmula para obtener dinero fácil a partir del prestigio de un clásico. Por desgracia, la inmensa mayoría de las veces es así. Sin embargo, de vez en cuando aparece un “remake” que realmente reinterpreta la película original, la lleva a otro contexto con éxito artístico y la reformula eficazmente para una época distinta, una cultura distinta o un tipo de público distinto. John Sturges, por ejemplo, logró en 1960 llevar una obra maestra del calibre de Los siete samuráis de Akira Kurosawa al terreno del western logrando un clásico en toda regla como Los siete magníficos.
La película que nos ocupa hoy es otro ejemplo. Aunque sin llegar a la excelencia de la película de Sturges, es indiscutible que Atmósfera Cero es uno de los tótems del cine de ciencia ficción de finales de los 70 y principios de los 80. En este caso, la película en la que se basa es curiosamente una obra maestra inmortal del western, nada menos que Solo ante el peligro de Fred Zinnemann.
Hyams recontextualiza la acción en una futura colonia minera en Júpiter. Un agente de policía interpretado por Sean Connery es enviado allí para investigar la muerte de tres mineros y en el transcurso de la investigación van saliendo corruptelas de todo tipo que enfrentan al poli a los tipos poderosos del lugar. El agente descubre que ha tocado hueso y que los peces gordos han mandado dos asesinos profesionales a la minería con la misión de callarle a tiros y, he aquí el elemento genial de suspense, lo descubre cuando ya están de camino. Como en la película de Zinnemann, el agente busca desesperadamente aliados para enfrentarse a ellos y todo el mundo le da la espalda.
Lo maravilloso de esta versión es lo bien usado que está el espacio cerrado, claustrofóbico y agonizante de la mina como metáfora de la soledad del agente que interpreta Connery. No se puede salir de allí y dentro de aquel ambiente (muy deudor, por otra parte, de la reciente en el tiempo Alien, de Ridley Scott) se tiene que resolver el conflicto. Apoyado en una fantástica fotografía de Stephen Goldblatt que subraya sobre todo esa opresión con oscuridad, ambientes cargadísimos en los que, literalmente, te cuesta “ver”, Hyams logra que el suspense aumente en un crescendo demoledor hasta ser realmente agobiante.
Para el recuerdo quedan, aparte de la larga secuencia del clímax, la conmovedora escena de Connery hablando con su esposa e hijo (que están en la tierra) cuando apenas quedan unas horas para que lleguen a la mina sus verdugos. Connery está simplemente brutal en esa escena, contenido pero transmitiendo emociones directamente a tu mentón. Nunca dejará de fascinarme la fuerza que tenían las (buenas) películas americanas de esta época.

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